Vuelven las eliminatorias y debo admitir algo que veo y no puedo dejar pasar: percibo una ola de pesimismo desmedido. ¿Justificado? Sí, pero desmedido. Un odio degenerado contra Rueda y su gestión y una desconfianza enorme hacia jóvenes que ni siquiera los han hecho jugar y por lo tanto no sabemos si darán el ancho.
Las eliminatorias no se definen en dos fechas. Son 18. Ir al Mundial no es fruto de talento; es fruto de trabajo, regularidad y proceso. Por eso fue Honduras el 2010 o Ecuador el 2014. Equipos de Reinaldo Rueda que se acomodaron a sus necesidades y dieron el batacazo en sus confederaciones.
«Ya pasó la generación dorada»… «No tenemos nada que hacer contra los uruguayos»… «Rueda no entiende nada»… son frases que escuchamos y leemos a menudo en los medios de comunicación y redes sociales. Algo de verdad hay: ya no somos ese equipo invencible de 2015-2016 que aspiraba a ganarlo todo y ya no están los mismos jugadores. Pero algo queda.
Tenemos muchas bajas. Tenemos problemas de camarín. Tenemos al continente en contra. Todos nos odian porque un hualpenino puso sus dedos donde había que ponerlos y meses después el presidente de la Federación arrancó del país. Tenemos bajas. Lesionados, contagiados. Más jugadores en México que en Europa. El futuro no es auspicioso. Pero les tengo una invitación.
La invitación es sencilla: confiar más. Creer en el proceso. Esta generación de cracks nos malacostumbró a ganarle a todos y Chile nunca tuvo eso. Pero ahora no queremos menos que eso y está bien. Que la meta sea ganar todo. No dejemos de apoyar y no dejemos de creer. Que cuando más muertos los vimos, fue cuando más nos sorprendieron.
Cuando sacar a Uruguay de la Copa América 2015 parecía imposible, entre un dedo y un huaso a caballo los dejamos fuera. Cuando México venía en avión y nosotros en burro… les hicimos siete y no nos paró nadie. Cuando nadie creía en la camada de Rueda, fueron hasta Brasil para llegar a semifinales y hacer una digna Copa América.
Es cierto, nuestro apoyo no entra a la cancha. Pero nuestro pesimismo sí. Vamos a confiar más. En Arturo, en Alexis, en Aránguiz, en Arias, en Díaz. A saber que en dos partidos no nos jugamos las clasificatorias. Y a creer en un proceso entero, que jamás ha sido fácil y que nunca un país lo vivió de forma expedita: el recambio.